El andar tierras y comunicarse con diversa gente hace a los hombres discretos. Miguel de Cervantes
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Los otros Románov asesinados

Tras la muerte de Nicolás II, el Comité Ejecutivo Central ordenó buscar a todos los Románov del territorio y ejecutarlos sin piedad.

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A la dinastía Románov se la conoció como la más ambiciosa y asesina de todos los tiempos del Imperio. Pero como no podía ser de otra manera, el fin de estos sólo pudo ser de una manera, de la misma que ellos ejercieron, con furia y sangre un 17 de junio de 1918. Fue el comisario del Sóviet de los Urales, Yákov Yurovski quien dio la orden final de ejecutar a toda su familia (perro incluido). Además, tal como lo manó Lenin, después de su muerte fueron metidos en ácido y enterrados en secreto.

Pero no fueron los únicos que murieron por su apellido ya que hasta dieciocho miembros de la familia fueron asesinados, para ser exactos ejecutados, de forma bastante espantosa.

Estos familiares estaban dispersos por el territorio, uno de ellos fuel el de la hermana de la Zarina, Isabel Fiódorova y su marido, Vladímir Paléi, y sus hijos. Los llevaron a una mina de hierro inundada. A la duquesa y a una monja que las acompañaba las apalizaron dejándolas inconscientes y tirándolas a un poco. Después echaron a los hombres igualmente a ese mismo lugar. Como no se ahogaron, lanzaron una granada, al seguir escuchando voces, volvieron a tirar otra pero seguían cantando salvas al señor, así que decidieron echar leña y prender fuego. Fue la única manera en la que ya no se escuchó nada más.

Más tarde fue el Gran Duque Nicolás Mikháilovich, historiador ruso, su hermano Jorge, su primo Demetrio y Pablo Románov, hijo menor del Zar Alejandro II. A los que despertaron por la noche obligándoseles a desnudarse de cintura para arriba y salir al patio, frente a la catedral de Petrogrado. Fueron fusilados junto a la fosa, donde luego fueron arrojados sus cadáveres.

Un solo Románov fue perdonado, el Gran Duque Nikola, nieto de Nicolás I de Rusia. Y aunque le ordenaron que se marchara, él pidió quedarse en Tashkent, lo que hoy es Uzbekistán, gestionando su gran patrimonio cultural. Él falleció a los sesenta y siete años cuando Lenin todavía no había decidido qué hacer definitivamente con él.

Otros, como la Emperatriz María Fiódorovna, viuda de Zar Alejandro III, y  algunos de sus parientes lograron escapar. Esta parte de la familia, permaneció bajo la protección del káiser alemán en la zona de Crimea durante los primeros años de la Revolución. Cuando el káiser abdicó y los alemanes retiraron su protección, huyó con la ayuda de la Corona británica, que evacuó a un total de cincuenta personas de su séquito.

Hoy en día, cada uno de ellos se dispersó por Europa y Asia, se continua hablando de aquel cruel destino y de si aquella “desaparecida” Anastasia fue real y si así fue, si tuvo descendencia. 

 
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Noticia publicada el 12/03/2020
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