Los 32 rumbos - revista on line de viajes
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Destinos / Croacia
Zagreb
Equilibrio perfecto
Quien a la llegada a Zagreb espere encontrar una ciudad fría, gris, con ese aire de represión que caracterizaba las ciudades de las antiguas repúblicas soviéticas, se equivoca. La capital croata ha sabido salir de su historia más oscura, de los recuerdos más desagradables y se encuentra en un proceso que espera culminar con la entrada en la Comunidad Europea. Y no me sorprende, porque los croatas siempre se han sentido parte de Europa y nunca de otro lugar, más que de Croacia.
Texto: Patricia Hervías Fotos: Josep Guijarro
Croacia está situada en un lugar que algunos podrían llamar encrucijada, un paso entre el mar Adriático y Europa central. Aun pareciendo algo poco importante a primera vista, para los croatas ha sido punto crucial para hacerles sentir que siempre han sido un país independiente, con fuerza y un carácter propio.
A veces Zagreb se ha sentido dejada de lado a favor de la costa croata olvidando que en esta ciudad la moda, la gente, el arte y la vida caminan a un ritmo excepcional y demuestra que sus habitantes han superado con creces el dramatismo de una guerra injusta que tuvo como escenario esta tierra hace una década. Zagreb, sin lugar a dudas, es parada obligada para cualquiera que desee conocer Croacia.
Esta metrópoli se dio a conocer al mundo en el siglo XVI cuando dos núcleos poblacionales, situados en las laderas de los montes Medvednica, después de muchos años de enfrentamientos, decidieron unirse; Kaptol, que fue fundada en 1094 como sede episcopal y el mercado fortificado de Gradec. Después de múltiples luchas contra los turcos, en 1718 Zagreb se convirtió en la capital del reino Croata.
Hoy es una urbe que se encuentra entre la tradición y la modernidad. Grandes y flamantes tiendas, se amontonan en las calles comerciales de esta ciudad conocida por sus guerras y no por sus “inventos”... o inventores, porque aun a pesar de que Nikola Tesla (una de las mentes más brillantes de la historia de la Humanidad, el cual patentó más de 700 inventos que incluyen las bases del sistema de televisión, la radio, el microondas y el polémico sistema de defensa estadounidense conocido como “la guerra de las galaxias”), no era natural de Zagreb, las autoridades mantienen su memoria como parte más de un ciudadano que vivió unos años y estudió en la capital croata. O la invención de la hoy en día valorada corbata, que es una derivación de la palabra Croacia, aludiendo a los pañuelos que durante la época napoleónica llevaban los oriundos de este país anudado a su cuello, regalo de sus novias. Son muchos los pequeños detalles que llaman la atención de esta pequeña capital con un millón de habitantes.

Caminando por el centro
Cuando se camina por la calle Praska sorprende sobremanera la amplitud de los parques que, a mi derecha, se van abriendo. Era parte de uno de los brazos de lo que se ha dado en llamar La Herradura Verde. Una serie de zonas naturales con palacios y mucha vegetación, que acoge al visitante en un gran abrazo ecológico a medias entre un museo al aire libre y una gran zona natural donde los ancianos se sientan en cualquiera de sus bancos a lo largo de varias manzanas en las que teatros, museos y demás se presentan frente a nosotros. Desarrollada a finales del siglo XIX, Zagreb rezuma cierto olor a Praga, Budapest a Viena. Y su color es el tenue amarillo que, al caer la luz del sol, parece desprender esa calidez con la que te da la bienvenida.
Quizás no sea tan imponente como otras capitales de la Europa del Este, pero tiene un encanto que la hace acogedora. Tal vez por la cercanía de la gente, o por sentir que es una ciudad al alcance de la mano.
Camino en dirección al centro neurálgico de la ciudad y me sorprende encontrar un café en el interior del Museo Arqueológico. No hay lugar mejor para hacer un alto en el camino que degustar un café rodeado de columnas, capiteles y jardines.
Las calles de Zagreb, en verano, rebosan vida y admito que hasta me siento un poco achicada. Ya no sólo por la altura de las mujeres, que son altas, muy altas, sino también el estilo con el que se engalanan para ser vistas por todos. Me he trasladado a la plaza Petar Preradovic, que recibe este nombre por el monumento que allí se erige a este poeta lírico y patriótico que fue, también, general del ejército croata-austríaco durante la segunda mitad del siglo XIX. El enclave es conocido, también, como la plaza de las Flores, ya que a diario las floristas la llenan de colorido. La plaza alberga también una pequeña iglesia ortodoxa, la llamada Reencarnación del Señor. Aunque la agradable sorpresa viene de la mano de los locales que se encuentra en las vías adyacentes, una nube de sombrillas que delatan muchos establecimientos a pie de calle. Una vida que como en otras capitales de la Europa del Este, sobreviven durante el periodo estival y se extinguen con el frío invierno.

Terrazas llenas
La plaza Ban Josep Jelacic se ha convertido con el paso del tiempo en centro neurálgico de los habitantes de Zagreb. Debe su nombre al fundador de la ciudad. Dicen que un día, Jelacic paseaba con su caballo y sediento, se detuvo ante una joven a la que le espetó: “Mandušo, Zagrabi” que podría traducirse como Manduša, coge agua. Por eso la fuente recibe el nombre de Manduševac y el lugar Zagreb. Curioso ¿verdad?
Continuo mi camino hacia la ciudad medieval: Kaptol, la cual está dominada por la Catedral de la Asunción de la Virgen y San Esteban. Y aunque la iglesia es originaria del siglo XIII, varias destrucciones y hasta un terremoto, han hecho que tenga varios estilos definidos tanto en su interior como en el exterior. Hoy en día, esa parte de Zagreb, está repleta de casas de canónigos. Frente a la catedral, una magnífica escultura de la Virgen y cuatro ángeles con una fuente, presiden la plaza que más tarde dejaremos atrás para ir al ombligo de la ciudad: Dolac, la plaza donde se encuentra el mercado que, en realidad, es una ágora cubierta que tiene puestos de fruta y verdura. Su creación no es muy antigua ya que fue en 1926 cuando hicieron desaparecer una serie de callejuelas estrechas que dieron lugar a este espacio.
Me dicen que es fabuloso visitar la ciudad medieval de noche, iluminado por las luces. Y por ello, me dispongo a esperar a que el sol se oculte en otra de sus calles más transitadas, Tlalciceva. Esta vía, era conocida por los antiguos habitantes como Potok, el arroyo, ya que anteriormente era el riachuelo Medvešcak que separaba las dos ciudades de Kaptol y Gradec. Hoy en día está repleta de cafés, restaurantes y es usada como lugar donde se celerban muchos festivales. Espero con una pivo -cerveza en Croata-, a que se ponga el sol mientras una multitud de jóvenes pasa por delante de mí. Grandes gafas de sol, expresiones culturales en los cortes de pelo, en las ropas, algunas veces tenía la sensación de estar en una pasarela de moda con las últimas tendencias o viendo a la mismísima copia de Victoria Beckam paseando por las calles de Zagreb, ayudado por la música tecno que ambientaba la terraza donde tomaba algo. La moda no tiene fronteras y mucho menos cuando lo que se desea es enseñarla a los demás, o eso fue lo que me dejaron bien claro. Que cuando uno sale a tomar algo a un lugar, es para que le vean bien y sobre todo sus últimas adquisiciones en moda.

Ciudad con historia
Continúo el camino ya con la oscuridad acompañándome, mientras nos encaminamos a La Puerta de Piedra. Subo por unas escaleras tomadas literalmente por jóvenes que hacen botellón en una placita aneja y desemboco en la famosa puerta medieval, de la que queda muy poco dadas sus múltiples renovaciones y, sobre todo, por lo que cuentan de un gran incendio en 1731. Al parecer, todas las partes de madera de la misma se quemaron irremediablemente desapareciendo todo menos, o eso es lo que aseguran, un cuadro de la Virgen María con el Niño. Allí mismo le han construido un pequeño altar enrejado, en el cual la gente va a pedirle favores. Pero hay que hacer una pequeña parada a la salida, ya que nos topamos en la esquina con la segunda farmacia más antigua del país, la primera está en Dubrovnik.
Es casi fantasmal el espíritu de esta parte de la ciudad, del bullicio de la zona centro cambia a un ambiente sosegado, tranquilo, de silencio casi obligado que, en cierto modo recoge el espíritu, preparándonos para llegar a la centenaria plaza de San Marcos. Allí se erige la iglesia de mismo nombre. De su exterior llaman poderosamente la atención sus tejas multicolores que forman los escudos de Croacia, Dalmacia, Eslovenia y Zagreb. Cambios que se realizaron en el siglo XIX. Una plaza rodeada por el Parlamento Croata y los palacios del Ban (virreyes).

Cañones puntuales
Uno no puede abandonar la noche sin pasear por los alrededores de la torre de Lotršcak, donde las vistas por el paseo de Josep Jurja Strossmayer de la ciudad baja, impresionan. Hoy aun, al visitante sigue sobrecogiéndole como cada día a las doce un cañón dispara un tiro al aire para que los habitantes comprueben la exactitud de sus relojes, aunque su nombre, el de la torre, significa literalmente la campana de los ladrones, ya que a su vez la hacían sonar al anochecer, antes de cerrar las puertas de la ciudad.
Miro mi reloj y me dispongo a bajar por el tranvía cercano a esta torre, el Uspinjanca que desde 1891 conecta la parte alta con la baja, me dejará en la calle Ilica, centro de Zagreb. La gente sigue paseando de nuevo, ahora para reunirse a tomar unas copas. Quizás yo me una a ellos, Zagreb está viva.

Reportaje publicado en nuestra edición número 4, de marzo 2010. http://www.los32rumbos.com
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